El miedo, las lluvias y la imprudencia se mezclaron en un viaje que pudo terminar en desastre.
Noticias Colombia.
En las primeras horas de la mañana del jueves 14 de noviembre, el río Atrato, testigo imponente de la vida en el Chocó, se convirtió en escenario de un episodio que sembró temor y conmoción.
Una embarcación que transportaba funcionarios del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) hacia la comunidad de Tumaradó, en el municipio de Unguía, naufragó en las turbulentas aguas de las Bocas del Atrato.
Las imágenes que circularon rápidamente en redes sociales dejaron una estampa escalofriante: los funcionarios, sumidos en el agua hasta el pecho, luchaban por mantenerse a salvo en medio de una embarcación atrapada entre ramas.
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Lo que más llamó la atención, y provocó indignación, fue que muchos no portaban chalecos salvavidas, sino únicamente los chalecos institucionales del DANE.
Terror en el río Atrato en el Chocó
El terror se hizo palpable. Las corrientes impredecibles del Atrato, exacerbadas por el impacto de las fuertes lluvias y la crisis climática que azota al departamento, añadieron una capa de incertidumbre.
Mientras algunos se aferraban a los restos del bote, otros intentaban alcanzar la orilla sin saber si el siguiente paso podría hundirlos más en las traicioneras aguas.
Afortunadamente, el relato no incluyó víctimas fatales. Los ocupantes lograron salir ilesos, pero el susto dejó una profunda huella en ellos y en la comunidad.
Este incidente no solo expuso las dificultades inherentes a la movilidad en una región marcada por la precariedad, sino también las graves falencias en los protocolos de seguridad en una zona donde los ríos son el único medio de conexión.
El naufragio, además, arroja luz sobre una realidad cruda: la fragilidad de las comunidades y las instituciones en Chocó frente a los desastres naturales.
Las lluvias intensas, las inundaciones y el desbordamiento de los ríos han hecho de esta región una de las más vulnerables de Colombia. La ausencia de infraestructura adecuada, unida a la falta de conciencia y equipamiento, convierte cada trayecto en una apuesta peligrosa.
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