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Cuando tenía dos años, Juan fue abandonado por su familia y desde niño tuvo que ‘ganarse la vida’ y a sus 22 años perdió la vista.
En un verdadero ejemplo de superación se ha convertido la historia de vida de Juan Gabriel Espinel, quien pese a las adversidades ha logrado salir adelante.
Señala que su vida no ha sido nada fácil, sin embargo tras perder la vista se refugió en el ciclismo para seguir adelante.
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En diálogo con El Tiempo, Espinel contó que nació hace 36 años en Bucaramanga y siendo todavía un bebé llegó a vivir con su madre a San Gil.
Señala que ella comenzó a trabajar en una vereda cercana al pueblo. Sin embargo, ni siquiera la recuerda, pues cuando tenía dos años fue abandonado por la mujer.
Ahí comenzó a padecer. Pasó de casa en casa, en algunas fue maltratado, e inició a trabajar desde muy niño para ganarse el pan.
Solo pudo estudiar hasta segundo de primaria porque cuando se iba a matricular para tercero no lo aceptaron. Necesitaba el registro civil y, en ese momento, legalmente no existía.
Así que se dedicó a hacer mandados, trabajaba en el campo, sacaba arena del río y todo lo que le permitiera ganar dinero.
Cayó en las drogas
A los 14 años conoció el vicio y desde ese momento dice que no volvió a ser el mismo.
Sin embargo, señala que cerca de su casa había un grupo de atletas que salía a entrenar. Él los observaba, seguía todos sus movimientos y hasta en ocasiones los imitaba.
Cuenta que sin tener mucho conocimiento participó en la categoría juvenil de cinco kilómetros y para su sorpresa había ganado la competencia.
“Me gané 50.000 pesos en 25 minutos, que era lo que yo me ganaba en 15 días de trabajo. Entonces eso me motivó más a coger el deporte”, expresa.
Desde ese momento se volvió un deportista. Se levantaba a las 4 de la mañana a entrenar y a las 7 se iba a trabajar.
Y es que a los 22 años, cuando ya era uno de los muchachos más destacados del pueblo y trabajaba como guía turístico, un viejo jefe le pidió ayuda para estallar unas piedras en una construcción.
“Me tocaba meterme a un hueco a conectar, yo estaba concentrado en mi cuento, entonces alguien gritó cerca de donde estábamos y la otra persona pensó que yo le había gritado», narra Juan.
Explica que en medio del hecho se registró la explosión y él estaba sobre la piedra. ”Inmediatamente me botó hacia atrás la onda explosiva y ahí perdí la visión total”.
Llegó al hospital con quemaduras de tercer grado en el pecho, los brazos, una pierna y la cara, pero también le provocó la pérdida total de la visión.
Narra que después de varios días de salir de la clínica, la mujer a quien hoy llama mamá, le preguntó un día que si quería ir a la tienda y se negó.
“Ella se fue, esperé unos 15 minutos, desbaraté la escoba y con la escoba me fui. Me eché la bendición y a la de Dios”, manifiesta.
Caminó como un kilómetro largo y llegó hasta el sitio donde quería. Estuvo de un lado para otro y se demoró casi dos horas, pero se no cayó y no tuvo que preguntarle nada a nadie.
“Ya dije que de aquí para allá lo que vienen son locuras. Y así fue, empecé a montar bicicleta con un amigo, en bici sencilla. Yo pensaba que me iba retirar del deporte, pero un amigo me invitó a montar, cada uno en su bicicleta y me guiaba”, asegura Juan Gabriel.
Y así sucedió, comenzó a montar solo en bicicleta solamente siguiendo el sonido que emitía la llanta al rozar con el plástico. “Ahí empecé a utilizar el oído sin querer, solamente con ganas de hacer cosas empecé a desarrollar los otros sentidos”, explica Laucha.
Por intermedio de un amigo que conocía su pasión llegó al deporte paralímpico. Viajó a Bucaramanga a entrenar y fue así como se convirtió en un deportista de alto rendimiento.
Siguió entrenando y en 2017 comenzó el triatlón para ciegos, lo cual le llamó la atención y decidió prepararse para esta disciplina. Le tocó hacer rifas para conseguir la cicla. Desde entonces sigue participando e incluso ha ganado varias competencias.
La vuelta a Colombia
En medio de la pandemia del covid-19 la actividad deportiva se suspendió. Y como no puede quedarse quieto, con unos amigos suyos, “unos locos”, se les ocurrió darle la vuelta a Colombia en bicicleta.
Decidieron llamar su tour Travesía a Ciegas y el objetivo, además de conocer el país, era enviar el mensaje que “los límites están en la mente, todo en la vida lo que uno se propone lo puede lograr si lo desea”.
Por estos días Laucha se está preparando para un torneo. Se levanta a las 5:30 de la mañana, se toma un tinto y monta bicicleta en un rodillo para quemar calorías.
Además, a veces trabaja en un taller de bicicletas ayudando a lavar repuestos o armando los rines.
“También hago masajes, entonces a veces me salen masajes relajantes. Tengo una camilla portátil y ya saben que yo hago masajes, dicen que son muy buenos”, cuenta Juan Gabriel.
Ahora sueña con terminar su travesía en bicicleta, tal vez algún día recorrer Sudamérica, e ir a unos Olímpicos.
“La vida es bonita, pero es dura. Si fuera toda fácil, sería muy aburrida. Siempre hay obstáculos, pero depende de uno si quiere cruzarlos o se quiere rendir”, contó Juan Gabriel a El Tiempo.