Un esqueleto venerado como santo, al que se le atribuyen milagros y castigos. Su enigmática historia desafía a la Iglesia y atrae a fieles desde hace décadas.
Noticia Internacional.
En el corazón del Cusco, Perú, una figura esquelética se ha convertido en un centro de devoción inusual. Conocido como el ‘Niño Compadrito’, este esqueleto, de aproximadamente 50 centímetros de altura, es venerado por muchos como un santo milagroso, a pesar de su aspecto sombrío y de los cuestionamientos de la Iglesia Católica.
Su culto ha crecido en medio de relatos de favores concedidos y castigos misteriosos, haciendo de este esqueleto una figura profundamente arraigada en las creencias populares y envuelta en mitos urbanos.
Orígenes y leyendas del ‘Niño Compadrito’
La historia del ‘Niño Compadrito’ es un enigma alimentado por varias versiones. Una de las más populares sostiene que el esqueleto pertenece al hijo de un virrey español, que, como parte de una venganza, fue secuestrado y envenenado con hierbas por los enemigos de su padre.
La leyenda dice que el niño sufrió una lenta y dolorosa muerte, y que, a pesar de ello, sus padres empezaron a pedirle favores y milagros que, con el tiempo, se cumplieron.
Fue así como, hacia la década de 1960, la figura del ‘Niño Compadrito’ comenzó a atraer devotos, extendiéndose su culto en Cusco y sus alrededores.
Otra historia, aunque menos difundida y a menudo cuestionada, sugiere que la devoción podría haberse originado en la época inca, aunque los antiguos peruanos solían rendir culto a deidades naturales más que a figuras humanas.
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Lo cierto es que, hacia 1960, el esqueleto fue colocado en un pequeño cuarto en Cusco, decorado de forma modesta pero que pronto comenzó a recibir ofrendas de devotos agradecidos por los supuestos milagros obtenidos.
Controversia y temor de ir contra el ‘Niño Compadrito’
A medida que la fama del ‘Niño Compadrito’ se expandía, la Iglesia Católica comenzó a tomar una postura crítica. En 1975, el obispo de Cusco, Luis Vallejos, se pronunció en contra del culto a este esqueleto, rechazando la veneración de una figura que consideraba poco ortodoxa.
Sin embargo, este rechazo generó un temor inesperado: en 1981, el obispo Vallejos murió en un accidente automovilístico, y pronto surgieron rumores de que su rostro había quedado marcado con el mismo aspecto del ‘Niño Compadrito’.
Este relato contribuyó a la idea de que oponerse al esqueleto podría resultar en castigo, consolidando así una mezcla de respeto y miedo entre sus seguidores.
Culto y rituales en torno al ‘Niño Compadrito’
Hoy en día, el esqueleto del ‘Niño Compadrito’ se encuentra en una casa en la calle Tambo de Montero 188, en Cusco, donde es custodiado por la familia Letona.
Durante décadas, esta familia ha preservado la figura y facilitado el acceso a los devotos, quienes acuden para encender velas y realizar ofrendas en busca de favores.
Las velas, de diferentes colores, tienen cada una un significado particular: el rojo para el amor, el blanco para la salud, el amarillo para el dinero, el verde para el trabajo, el azul para los estudios, el rosado para el éxito, el morado para milagros, el naranja para la felicidad y el negro para la justicia.
El esqueleto, de aspecto impactante, ha sido cuidadosamente adornado con dientes, una peluca y ojos simulados con canicas, además de flores y obsequios dejados por sus fieles.
Para muchos, lejos de ser una figura aterradora, es un “santo” que escucha sus súplicas y al que le deben favores cumplidos.
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