Un aliento divino para los días de pandemia.
Estos días han sido distintos; algunos de ellos, aburridos y monótonos. Ya completamos unos 60 días en esta crisis sanitaria y seguiremos más tiempo en la misma situación. Todo contacto físico es mal visto por esta época. De eso se trata el aislamiento.
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Cuando salimos a la calle estamos en estado de alerta y distanciados nos vemos raros con tapabocas y guantes. La gente ya no se abraza, ni siquiera se saluda de mano, porque las repetitivas recomendaciones restringieron los hábitos sociales de interactuar.
Ahora están muy de moda estos términos: «Quédate en casa; usa tapabocas, lávate las manos cada tres horas; mantén distancia con los demás; no visites a nadie; no puedes estar ni con tu madre; vamos a prolongar la cuarentena».
Todo esto nos retumba en la cabeza porque lo cierto es que la humanidad sabe muy poco de cómo combatir el virus y ve pocas esperanzas de una vacuna que nos permita salir con libertad. Incluso hay un anuncio apocalíptico de que, a mediano o largo plazo, todos contraeremos el virus.
Ciertamente lo que necesitamos, además de protección física, es también una coraza divina para que aquel virus no toque nuestra vida, ni nuestra casa o a los amigos.
Ya sabemos que nada es para siempre y habrá una recompensa después de toda esta lucha: «Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y jamás será mi pueblo avergonzado». Joel 2:24-26.
Hay esperanza después de que esto pase; solamente ejercitemos la fe, que es la confianza en que el Señor nos sacará en victoria.
MIENTRAS LLEGA EL CAMBIO
. ¿Te sientes cansado, agobiado de las pruebas y del encierro? Pues, hay que poner todas las cargas en Cristo Jesús.
¿Cómo se hace eso? Pues a través de la oración de corazón.
El verdadero descanso en este mundo lo entrega el Salvador. Todo asunto debe ser puesto en las manos del Señor y en su Espíritu Santo.
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas». Mateo 11:28-29.
Para saber si estamos haciendo las cosas bien en la vida, no hay que mirar nada más sino el camino que conduce a Dios. El verdadero poder no existe en los horóscopos, ni en brujos o adivinos; ni sábilas con herraduras, ajos, amuletos; cursos de coaching o imágenes de vírgenes y santos. Nada de eso sirve, sino recibir a Jesucristo en el corazón y dejar que sus enseñanzas conduzcan nuestra vida.
No nos dejemos distraer y estresar con las noticias que van y vienen del Covid19, porque el verdadero y único camino que conduce a Dios es por intermedio de Jesús. Las demás son doctrinas de error.
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6.
Por esa ruta veremos el fin de la oscuridad y podremos disfrutar de una nueva normalidad, tal vez no será igual a la anterior. Esto es un verdadero aprendizaje que nunca más debemos repetir. Todo talvez está cerrado por estas fechas, menos el cielo; por eso hay que orar de manera incesante.
LA SOLUCIÓN A LA MANO
El ser humano tiene un solo problema que lo aparta de Dios y de recibir sus promesas de bendición. Ese distanciamiento se llama pecado. Y junto a este último viene la falta de fe. Pero para eso hay una solución: Cristo, que nos redimió de todos los pecados, que es grande en perdón con misericordia, que trae su abundante caudal de amor y es, además, consumador de la fe.
Para estar confiados ante el tribunal de juicio, tenemos que buscar a Jesús como defensor para alcanzar ese perdón y que nuestras vidas tomen un camino diferente. Con semejante abogado por delante, el veredicto será siempre el mismo: eres libre de toda culpa porque tus pecados han sido perdonados’.
«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo». 1 Juan 2:1.
¡Feliz y bendecida semana para todos los lectores de TuBarco!
Escrito por Hernando ‘Fito’ Hurtado. Maestro de doctrina cristiana.