El hecho de disfrutar de la condición y gracia de hijos de Dios y herederos del reino.

 

Opinión

La biblia habla muchas veces que somos hijos de Dios cuando nos disponemos a que el Señor gobierne nuestras vidas a través de Jesucristo. Y esa condición de ‘hijos’ nos convierte en herederos de la gracia, de la salvación y de las bendiciones.

Pero resulta necesario advertir que esa heredad se pierde cuando nos desviamos del camino que Dios quiere para nosotros.

«Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. 2 Corintios 6:17-18.

La fortaleza de la existencia terrenal está cimentada en Cristo Jesús, sin él andaríamos en tinieblas.

Desde luego que también hay riquezas terrenales que podremos disfrutar, pero el mayor tesoro y la máxima recompensa viene del cielo.

«El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse». Romanos 8:16-18.

Una y otra vez se ratifica que somos hijos: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». Romanos 8:14.

Sello de paternidad

Desde el nacimiento de cada persona, Dios ha puesto un sello de paternidad porque fuimos creados por él. Pero el libre albedrío y la voluntad ratificará en la edad adulta si deseamos aceptarlo como Padre.

«Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra». 2 Timoteo 2: 19-21.

Esto significa que quien desee apartarse y no reconocer a Dios, está en todo su derecho. Pero lo anterior también traerá consecuencias a la vida terrenal y afecta la vida eterna porque con esto se rechaza la herencia.

El Señor da muchas oportunidades para que lo conozcan y vivan conforme a sus estatutos; el plazo vence el último día de vida de cada uno, que no se sabe cuándo será. Al llegar la muerte de cada persona ya no hay más oportunidad.

«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo», dice Apocalipsis 3:20.

La puerta es el corazón que se abre y la cena es la alianza que se establece con él y de él con nosotros.

Pero quien de forma rebelde no quiere abrir esa puerta, la palabra dice lo que sucede: «Si dejaren mi ley, y no anduvieren en mis juicios, si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, Entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades». Salmos 89:30-32.

El llamado es a revisarnos y decidir si queremos ser hijos de Dios y obedecer sus estatutos, porque la segunda venida de Jesús está cada día más cerca y el juicio para todos llegará. Recuerden que cosas muy distintas son la racionalidad humana y el discernimiento espiritual.

«Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente». 1 Corintios 2:14. El que tenga entendimiento, que entienda.

¡Feliz y bendecida semana a todos los lectores de TuBarco!

Escrito por Hernando ‘Fito’ Hurtado, maestro de doctrina cristiana.

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