mercados ayuda humanitaria Cali
Se entregaron los mercados puerta a puerta.

    Por Yefferson Ospina     

Líderes del oriente de Cali coinciden en lo mismo: aunque los funcionarios de la Alcaldía se ufanen de «sus ayudas», en realidad son casi nada comparado con la magnitud del drama.

Se contaron por miles. Y no solo se contaron, sino que desde la Alcaldía de Cali, muchos se ufanaron. Dijeron que los mercados permitirían a los miles de caleños que viven de los billetes que hacen a diario, mantenerse en cuarentena. Encerrados, en su casa. Sobreviviendo al virus, obedeciendo normas que no comprendían, a un estado que nunca habían conocido.

Sí, esos mercados se contaron por miles. Y costaron millones. Y falta que se nos diga cuántos millones se perdieron en la tarea, cuántos bolsillos de gente que no tenía tanta hambre se llenaron con el eslogan de «llenar la boca del hambriento».

En fin, fueron miles de mercados. Pero no sirvieron de mucho, la verdad. En el último mes he recorrido casi todo el oriente de Cali. He hablado con quienes viven en el Jarillón del Río Cali, con quienes viven en Floralia, en el Vallado, en Marroquín. He preguntado, he intentado comprender. Y la respuesta es la misma. No sirvieron para mucho.

Víctor Jhonson, un hombre hecho desde la calle y para la calle y convertido ahora en uno de los más admirables líderes sociales de la comuna 6, me cuenta. «Mirá, ese mercado tenía básicamente granos y máximo podía durar tres o cuatro días. ¿Y el resto? Claro, no es que la gente esté esperando que la Alcaldía les resuelva la vida, pero tampoco se aguantan que no les permitan resolverla a ellos mismos».

Y eso fue lo que ocurrió. Según las cuentas entregadas por la misma Alcaldía, el costo de cada mercado entregado en Cali era de alrededor de $150 mil. Usted, lector, sabe muy bien cuántos días pueden comer cuatro o cinco personas con $150 mil. Sabe muy bien si eso alcanza para lo mínimo: para la carne, para la leche de los niños, para la fruta que todos necesitamos. Usted lo sabe.

Y si es honesto se dirá que sí, que si se es optimista, podría alcanzar para, digamos, 5 días. Y ahora llevamos más de 100 días de pandemia… Y quienes manejan todo desde una oficina siguen llenándose el pecho diciendo: «Entregamos tantos miles de mercados».

En el oriente de Cali abunda la gente valiosa. La gente que lucha, que entiende, que intenta, que fracasa una vez, otra, fracasa mejor. No se rinden. Porque esa alternativa no existe, no es posible rendirse.

Ingrid es una negra hermosa que cada semana alquila un carro y va hasta Cavasa a recoger alimentos que le donan para luego alimentar a 60 niños y hombres y ancianos y mujeres cada día en el barrio Omar Torrijos. Víctor Jhonson es un hombre delgado y recio que lucha por aliviar el hambre de los niños en la Comuna 6.

Ellos no salen en facebook live. Ellos no dan entrevistas. Ellos, por fortuna, tampoco tienen escándalos de sobrecostos. No, lo de ellos es lo infra, lo bajo, lo que apenas alcanza. De hecho, lo milagroso, lo que multiplican en medio de lo inverosímil. Y siguen luchando. Y dicen. «La alcaldía vino una vez al barrio, entregó mercados a menos del 10 % de los habitantes y luego no volvieron». Y dicen: «Pero no importa, estamos en emergencia y tenemos que ayudar a resolverle a todos. El hambre no tiene Pico y Cédula».

Después de conocer esas historias me pregunto cómo dormirán. Cómo podrán acostarse esos hombres y mujeres que se ufanan de entregar un mercado que saben que costó lo mismo que ellos se gastan en una sola comida. Cómo puede irse a la cama tranquilos y dormir tranquilos y satisfechos. ¿Cómo pueden?

 

 

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